Madrid. “Sólo en que va de año se han tenido que sacrificar 27 mil vacas lecheras en España y venderlas en el sector cárnico, pues se ha vuelto insostenible mantenerlas. Era eso o cerrar, como han hecho ya centenares de producciones”, explicó Carles Camorera, un ganadero que tiene su explotación en la provincia de Barcelona y augura un futuro muy sombrío por la sequía y el cambio climático.

Europa enfrentará, según expertos y trabajadores del campo, una crisis alimentaria profunda por los cambios de hábito de muchos agricultores y ganaderos del viejo continente, que para sobrevivir a lo que muchos ya definen como “una tormenta perfecta” han debido transformar sus cultivos ancestrales.

En los campos de cultivo de Andalucía y Valencia, donde antes se cultivaba la naranja ahora prefieren sembrar aguacate porque es más rentable y tiene al menos tres producciones al año.

En muchas tierras de Francia, Italia, España o Portugal, los olivos, que permiten a su vez la producción a gran escala del aceite, están con la soga al cuello. Las olas de calor, la falta de agua y los fenómenos como granizadas súbitas e intensas, han puesto en riesgo una buena parte de su producción, que será de las peores de su historia.

A las gravísimas consecuencias de la sequía y los efectos del cambio climático en la naturaleza, ahora se ha sumado, al menos en Europa, la guerra en Ucrania, que además de encarecer enseres básicos para el sector primario, como los hidrocarburos o los fertilizantes, también provoca desabasto de algunos productos de la canasta básica, en gran medida porque uno de los principales graneros de Europa es Ucrania.

El Centro de Investigaciones de la Comisión Europea publicó recientemente un informe en el que se advierte de los riesgos, cada vez más profundos, que amenazan la sobrevivencia del sector primario a causa de la sequía, la falta de agua y los fenómenos naturales descontrolados.

Estrés hídrico

El informe apunta que los cultivos en España, Portugal, Italia, Francia y Rumania podrían ver reducida su productividad por las consecuencias del “estrés hídrico”, además alerta que otros cinco países como Alemania, Polonia, Hungría, Eslovenia y Croacia también corren el riesgo de ser afectados.

El informe da especial relevancia a la situación en la península ibérica, sobre todo porque a lo largo de los últimos años se ha convertido en la región donde el sector primario se cultiva y se explota para su exportación al resto de los países europeos. Y el diagnóstico es demoledor, ya que en la actualidad los reservorios de agua están en niveles que suponen 69 por ciento de la media de los últimos 10 años en regiones del sur como Andalucía, Extremadura y el Algarve portugués.

El informe señala que el “estrés hídrico” en España y Portugal provoca un contexto “favorable” para los incendios, además de que que la reducción de las aguas subterráneas ha generado una alteración profunda en la vegetación en el norte de España, en el sur de Italia, en el centro y oeste de Francia, en el centro de Alemania, y en el este de Hungría y Portugal.

En Europa, los campos de cultivo son auténticos reflejos de que el tiempo está cambiando y sus efectos sobre los recursos básicos son cada vez más devastadores.

Según los reportes periódicos del Observatorio Europeo de la Sequía, al menos 64 por ciento del territorio está en situación seca. Esto implica que en cultivos de cereales, pueda experimentarse una caída en su rendimiento hasta de 80 por ciento.

Esto ya ocurre en Francia, España, Rumanía, Portugal, Italia y algunas zonas de Alemania, Polonia, Hungría, Eslovenia y Croacia.

Crisis de biodiversidad

“Si hay alguna actividad productiva que dependa directamente del clima y de su variabilidad, esta es sin duda la agricultura”, subrayó la investigadora Rosa Rivero, del Centro de Edafología y Biología Aplica del Segura, y expone: “temperaturas extremas como las que estamos viviendo llevan a la inhibición del crecimiento de cualquier cultivo, a la vez que provoca la proliferación de malas hierbas y de plagas”. Es decir, que produce una “crisis de biodiversidad” que también afecta al cultivo del sector primario.

Los informes tanto científicos como los augurios de las agrupaciones de agricultores y ganadores en Europa coinciden en que con olas de calor intensas y duraderas en el tiempo y con la necesidad por parte de los agricultores de tener que regar con aguas de muy baja calidad (salinas) por escasez o por no tener acceso a otro recurso, el efecto sobre la producción final de la cosechas será “absolutamente catastrófico”.

Este fenómeno, que ya es una realidad en más de la mitad del territorio europeo, también preocupa en la Organización de Naciones Unidas y la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Su director adjunto, Zitouni Ould-Dada, alertó que “los efectos perniciosos del clima los estamos viendo ya y en este escenario, hay agricultores que se plantean cada día si cambiar de cultivos o abandonar el campo”.

Por eso especialistas como Rivero auguran que “se producirán cambios en la localización y productividad de los cultivos”, por lo que “los países más fríos pasarán a ocupar el papel agrícola que hasta ahora desempeñaban los que tienen un clima mediterráneo”. Un escenario que supondrá una auténtica sangría en las economías de esas regiones.

En este escenario, la FAO señala que el impacto del cambio climático será más pronunciado en cinco cultivos importantes a nivel mundial, como el arroz, trigo, maíz, soja y cacahuate, por ser de los más sensibles a los cambios ambientales y que forman parte de la canasta básica y esencial de los ciudadanos europeos y del resto del planeta.

El último boletín del Monitor de Cultivos Europeos señala que la falta de agua y el aumento de las temperaturas han empeorado las previsiones de cultivos como el cereal, que también ha tenido que enfrentarse a la invasión de Ucrania (granero del mundo). Pero además el aumento de las temperaturas y la sequedad de la vegetación han provocado la proliferación de incendios en Europa, donde 270 mil hectáreas han sido arrasadas por el fuego.

Pero Europa, además de la sequía y el cambio climático, también está en jaque por la inflación disparada por la guerra y el temor, cada día más real, de una crisis alimentaria de proporciones desconocidas hasta ahora.