Todavía sin haber digerido la matanza racista de Búfalo, Estados Unidos se ve obligado a mirar de nuevo al oscuro pozo de su historia de violencia. El nombre de Uvalde, una pequeña y tranquila comunidad de 16.000 personas en el centro del Estado de Texas, a pocos kilómetros de la frontera con México, se suma este martes a una larga lista de los horrores que ha dejado la violencia con armas de fuego en este país. Salvador Ramos, un joven de 18 años de esta misma localidad, irrumpió en la escuela de primaria Robb minutos antes de las 11.30 (hora local) armado con una pistola y un rifle de asalto semiautomático y, según el relato de las autoridades, “comenzó a disparar a quien estuviera en su camino, sin importar si eran niños, maestros o adultos”, antes de ser abatido por la policía en el interior del recinto escolar. El saldo provisional de esta nueva matanza es de 19 niños y dos profesoras muertas. El tirador era alumno del último año del instituto de la misma localidad, muy próximo a la escuela de primaria atacada, donde están escolarizados alrededor de 500 niños de entre siete y 10 años, la mayoría hispanos.
Uvalde se suma a nombres como Columbine, Parkland y Sandy Hook, ciudades estadounidenses que han sido testigos de cómo las armas irrumpen en el que debería ser el sitio más seguro de todos, los colegios. ¿Cómo ha podido suceder aquí? ¿Por qué nadie la vio venir? Estas son las preguntas que ahora se hacen los vecinos de esta localidad de mayoría hispana y donde todos se conocen.
Adolfo Cruz, de 69 años, esperaba la tarde del martes a las afueras de la escuela alguna noticia sobre su nieta, Elija Cruz Torres, de 10 años. Desde mediodía nadie sabía nada de la menor. Su madre, Leandra, había ido a buscarla al hospital de la ciudad, donde se atendía a heridos y al centro cívico, adonde fueron trasladados algunos alumnos. “La única esperanza que tenemos es que se la hayan llevado en la ambulancia aérea, porque dijeron en la radio que evacuaron a San Antonio a un adulto y a una niña de 10 años. Tengo la esperanza que sea mi nieta”, aseguraba Adolfo, originario de Uvalde. “Me siento triste no solo por ella, sino por todos los niños”, agregaba. Pero no hubo suerte. Leandra ha confirmado a este periódico esta madrugada que la pequeña está entre las víctimas mortales. Hasta la noche del martes, las autoridades no habían dado a conocer la lista de fallecidos.
La escuela atacada festejaba este martes el último día de clases. Padres e hijos habían acudido a una ceremonia de fin de curso y a recoger los diplomas. El centro, ubicado en un extenso terreno en un barrio de casas de una sola planta de clase media-baja, solo contaba con tres grados, de segundo a cuarto de educación básica. “Esto es una pesadilla”, ha clamado Mary Schumer, quien fue a esa escuela hace décadas, y este martes estaba de visita en casa de su madre, frente al colegio.
A unas manzanas de allí, Carlos Mendoza, un conductor de camión, observaba en su móvil la última fotografía de su sobrina Emery Joe Garza, de 10 años. La niña sonríe y abraza a su abuelo mientras muestra a la cámara el diploma que recibió por la mañana. Minutos después de aquella ceremonia, Salvador Ramos y su ira irrumpieron en el centro. Emery es una de las víctimas de este sin sentido. Carlos, hablando con un vecino, cuestiona: “¿Cómo es posible que un huerco [chaval] de 18 años pueda comprar armas?”. “Mínimo debería de hacerlo a los 21″, le replica Leo, su vecino.
Mendoza y Leo viven en la calle Díaz, donde se originó la tragedia que ha marcado a esta pequeña comunidad tejana este martes. A escasos metros de ellos vivía el asesino, en una casa que compartía con sus abuelos maternos, Rodolfo y Celia. “No le hacían nada a nadie”, cuenta Leo.
El origen de la tragedia
Según la primera reconstrucción de los hechos, “el sospechoso se vio involucrado en una pelea doméstica con su abuela. Él le disparó a ella”, ha explicado a la prensa el sargento Christopher Olivarez, del Departamento de Seguridad Pública del Estado de Texas. De acuerdo al relato de los testigos, después de disparar a su abuela en la cabeza (que fue evacuada de urgencia al hospital de San Antonio, el mismo al que han sido trasladados los heridos en el tiroteo), Ramos subió a una camioneta negra y condujo escasos metros hasta la escuela. Los vecinos escucharon cómo la camioneta cayó en una zanja frente al centro. El sujeto salió del vehículo y saltó la cerca. Los primeros disparos comenzaron a escucharse minutos antes de las 11.30. Agentes del FBI y de la Agencia de Alcohol, Tabaco y Armas están investigando qué tipo de calibre usó el tirador y cómo tuvo acceso a las armas.
Greg Abbott, el gobernador de Texas, fue el primero que informó de que Ramos “disparó y mató, de manera horrible e incomprensible” a los niños y a dos profesores. “Los tejanos están de duelo por las víctimas de este crimen sin sentido y por la comunidad de Uvalde”, manifestó en un tuit. Uno de los maestros ha sido identificado esta noche como Eva Mireles, de 44 años y con 17 años de experiencia como educadora. El Gobierno de Abbott ha aprobado, sin embargo, normas para hacer más fácil la propiedad de armas. En junio del año pasado promulgó una ley que eliminaba la necesidad de tener un permiso para portar amas o tomar un curso para manejarlas. Esta iniciativa, promovida por el poderoso lobby de armas en el Estado, está en vigor desde septiembre pasado.
Tomado de elpais.com