Huixtla, Chis. La caravana de migrantes autodenominada éxodo de la pobreza, que comenzó su recorrido en Tapachula –limítrofe con Guatemala– el domingo 24 de diciembre, caminó ayer unos 30 kilómetros, del ejido Álvaro Obregón al municipio de Huixtla, Chiapas.

En plena Navidad, el contingente de unos 7 mil extranjeros, principalmente centroamericanos y caribeños, marchó desde la mañana unas siete horas bajo un intenso calor de más de 30 grados centígrados.

Es demasiado difícil, bien duro venir caminando así con maleta, con mi niño, no ha sido fácil, deseamos tener en qué irnos, que alguien nos dé un permiso para seguir, comentó la hondureña Bertha del Cid al tiempo que empujaba una carriola con su hijo de tres años.

(Ha sido una Navidad) horrible, he dormido en la calle, no tengo dinero, ha sido horrible, expresó al borde del llanto.

La centroamericana de 32 años de edad pidió ayuda del gobierno, ya que su pequeño sufre de asma y además tiene otro hijo que se quedó en Honduras y que padece una enfermedad mental.

Mi niño viene enfermo y yo lo voy exponiendo a que se me ponga mal, dijo angustiada.

Luis García Villagrán, del Centro de Dignificación Humana AC, lamentó la insensibilidad de las autoridades ante el drama de las familias que buscan una mejor oportunidad de vida porque huyen de la violencia y la pobreza en sus países.

Por ello, insistió que continuarán su periplo hasta obtener una respuesta que permita a los migrantes seguir su camino hacia el norte y otras regiones del país, pues en el sur padecen por la falta de empleos.

Reprochó que si el gobierno tuviera voluntad, podría atender a los indocumentados en otras oficinas del país, ya que las del sur están saturadas.

Tan sólo la de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados en Tapachula ha procesado a más de la mitad de los casi 137 mil solicitantes de asilo de todo el país.

Los integrantes de la caravana pasaron una triste Nochebuena y peor Navidad luego de salir de Tapachula la mañana del domingo en busca de llegar a Estados Unidos.

Fanny Rivas compró pan blanco, jamón y queso para preparar unos sándwiches como cena navideña para ella, su esposo y tres hijos con los que viaja.

La familia hondureña no alcanzó pollo ni tortas que repartió la Iglesia católica e integrantes de la sociedad en el ejido Álvaro Obregón, adonde el contingente llegó luego de caminar 13 kilómetros en el primer día.

Después de cenar, armaron una casa de campaña que les obsequiaron para dormir a los pequeños de seis y dos años, así como un bebé de cuatro meses.

La pareja tendió unas sábanas en el suelo del parque, que lucía adornado con motivos navideños y luces de colores que contrastaban con los rostros cansados y desencajados de los indocumentados.